El oso negro, una de las especies más emblemáticas de la fauna global, enfrenta graves amenazas que ponen en riesgo su supervivencia.
Según Omar Ocañas García, maestro en ciencia animal, esta especie está catalogada como amenazada, con una población global de menos de un millón de ejemplares, lo que subraya la urgencia de tomar medidas para su conservación.
Ocañas, quien dictó la conferencia “Manejo de conflictos entre actividades humanas y el oso negro” en el Auditorio E de la Facultad de Artes Visuales, destacó una serie de factores críticos que contribuyen a la disminución de la población de osos negros, entre los cuales se incluyen: pérdida del hábitat, caza furtiva y conflicto con humanos, cambio climático y fragmentación genética.
El caso de Nuevo León
Es importante destacar que, a diferencia de otras poblaciones de osos en diferentes partes del mundo, el oso negro en Nuevo León no hiberna. En esta región, las condiciones climáticas no requieren que el oso entre en un estado de letargo profundo durante el invierno.
En lugar de eso, se mantiene activo, buscando alimento y adaptándose a las fluctuaciones estacionales, lo que lo convierte en una especie con un comportamiento único dentro de su género.
En los últimos años, la presencia del oso negro en la zona de Mederos, dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), se ha vuelto cada vez más frecuente, lo que refleja tanto los cambios en los patrones de comportamiento de la especie como el impacto de las actividades humanas en su hábitat natural.
La región de Mederos ha sido históricamente un refugio para diversas especies de flora y fauna. Sin embargo, el incremento de avistamientos de osos negros en esta área sugiere que la especie está buscando nuevos territorios para alimentarse y reproducirse, probablemente debido a la pérdida de su hábitat natural y la fragmentación de los ecosistemas.
La construcción de infraestructura urbana, la expansión agrícola y la deforestación en otras zonas cercanas han reducido significativamente los espacios naturales disponibles para el oso negro, lo que lo ha llevado a acercarse cada vez más a áreas pobladas y a zonas cercanas a la UANL.
Este fenómeno se repite en otras zonas urbanas, por lo que se observa un cambio en la dinámica de convivencia entre la especie y los seres humanos.
Si bien los osos negros suelen ser animales reservados y evitan el contacto con las personas, la búsqueda de alimentos en áreas más accesibles, ha incrementado las posibilidades de encuentros no deseados. En muchos casos, los osos se han acercado a zonas residenciales o incluso a espacios abiertos dentro del campus universitario, buscando fuentes de comida fáciles, como desperdicios o jardines frutales.
Por Esperanza Armendáriz Chávez.