LA INGENIERÍA DE LO COTIDIANO
Este pasado 14 de febrero celebramos el Día de San Valentín y compartimos corazones rojos por todas partes, pero rara vez pensamos en el órgano real que inspira este símbolo.
El corazón, más que un simple emblema romántico, es una maravilla de la ingeniería biológica.
Sus cuatro cavidades —dos aurículas y dos ventrículos— trabajan de forma sincronizada para bombear sangre rica en oxígeno a todo el cuerpo. Según la American Heart Association, un adulto promedio late entre 60 y 100 veces por minuto, sumando hasta 100,000 latidos diarios.
Imagina una bomba que, sin pausa, mueve cerca de 7,500 litros de sangre cada 24 horas. Eso equivale a llenar alrededor de diez “tinacos” de 750 litros, como los que vemos en muchas azoteas en México.
Todo sucede de manera automática gracias a un sistema de válvulas que evitan el retroceso, sensores que regulan la presión y una “red eléctrica” interna que marca el ritmo cardíaco.
Cuando decimos que “el amor acelera el corazón”, en realidad nos referimos a la liberación de hormonas como la adrenalina, que incrementa la frecuencia cardíaca y el flujo sanguíneo. Esta respuesta inmediata demuestra la precisión de nuestro “motor biológico”.
La próxima vez que veas un corazón de papel o una tarjeta de San Valentín, recuerda que llevas dentro el auténtico ejemplo de ingeniería continua: ¡un órgano capaz de adaptarse a cada emoción y esfuerzo diario!
Por El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez, Profesor e Investigador
Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
Facultad de Ciencias Químicas, Universidad Autónoma de Nuevo León.